



Ni el día gris ni las bajas de última hora consiguieron mermar los ánimos del tesorero, que se pasó la semana amenazando con una noche para el recuerdo. ¡Y tanto!
Para empezar el homenajeado hizo acto de presencia, demostrando no sólo que no es un túzaro (el propio homenajeado said), sino que es mucho más caballero que Lady Portass, al superar con un gran sentido del humor una noche cien mil veces más friki que la de la susodicha. Se repitió escenario. Y anfitrión. Ese que se bebía el vino bueno mientras el resto se emborrachaba con el parralleiro. A la media hora y tras dos copas de ese buen Mencía, C. manifestó que "estaba pedo". A partir de ahí, el desenfreno. Se intentó que se besara el novio, se besó (a sí mismo) el padrino, a Pepiño se le pidió desaforadamente que cantase (¡canta Pepiño, canta) y todo mientras la pobre Ch. que tenía un hambre de morirse, sufría para moderarse al lado del jefe. El Tonecho (que debe de venir con el menú) hizo la entrega del regalo ("Eu non coñezo a ninguén que sudara esa camiseta. Así que se sudas, devólvesma que cha cambiamos por unha a raias azul e grana") y el homenajeado aguantó el tipo tras ser declarado el Cristiano Ronaldo del GH. El paquete se completó con dos portadas del fútbol (¡el fútbol como no!), de las que nos quedamos con Manolo y Ricard luciendo tipazo y melena y a Henrique proclamado como el mejor jugador del partido (o en palabras de Ricard: "Fíxo un partidazo. Témolo gardado na retina"). Tras el café, los chupitos... y las copas. Hasta tres rondas para algunos que dieron pie no solo a las mejores canciones populares (con imágenes inolvidables como Miramontes bailando flamenco en lo alto de una silla), sino a los peores chistes, con la colaboración especial del chef de Masaricos, que no consiguió sacarle a nadie ni una sola sonrisa. En medio de tanta euforia, Miramontes pidió más hielo porque estaba "encendido" y Miguel, haciendo gala del trilingüismo ese que persigue Donna Karan, proclamó que él también estaba "on fire". Cantó Miramontes, cantó Ricard, cantó Marga, entonó Ch., Noia puso la voz, N. el chucuchucu, L. el grito de guerra y hasta el jefe se arrancó al final de la noche con un miudiño, miudiño que puso el colofón a las 3.30 de la mañana, cuando el dueño del restaurante ya no sabía que hacer para echarnos. Mientras nuestro 'nachoman' y el señor de los planillos ajustaban cuentas con el de Masaricos, una cucaracha (os los juro, era una cucaracha) salida de detrás de la barra aún dio pie para la última canción de la noche, quedando aplastada "tras no poder caminar".
La noche no acabó ahí pero las deserciones ya fueron múltiples. Pasados por agua y más que cansados de reírnos, el broche final lo pusimos en la Armería (otro clásico), donde la que escribe acabó bailando Shakira ("eu cando a miro quedo pampo") con Miramontes.
Iniciado el mes de julio sin que el verano haya llamado a nuestra puerta, contamos las semanas que faltan para septiembre y dejamos nuestro futuro en manos de un Euromillón a ocho manos. Menos mal que en medio de la bruma y el tedio, Ch., nuestra líder espiritual de cabecera, ha decidido echar mano de su sabiduría y deleitarnos con reflexiones que dan pie a una nueva sección en este blog cada vez menos activo: Frases Célebres, que recogerán las mejores reflexiones en alto de la gurú del GH. Y como no todo va a ser Paulina o Falete, la primera va dedicada al intelectual que ocupa más páginas/portadas/minutos de televisión y radio del momento:
Entre noticias de empleo, conflictos laborales, reuniones sectoriales y accidentes en el puestro de trabajo, edito una noticia sobre el ERE de Sargadelos y mis ojos no consiguen apartarse de esa piscina de las instalaciones de Cervo. Y vuelvo a una tarde lejana de verano en la que acumulaba más de 48 horas sin dormir y mi cuerpo pedía a gritos una buena ducha. La empresa anuncia paros durante los próximos seis meses y los trabajadores confían en salir de la crisis pero mi mente sólo piensa en las horas que estuve al pie de esa piscina, pidiendo que el tiempo pasase lentamente y que la noche no llegase nunca. Creo que pasaron unos cinco años desde aquella tarde de sábado y nada en este tiempo me había hecho recordarla. Volvió a mi mente la semana pasada. Supongo que pasar una noche entera hablando con Paula después de tanto tiempo sin hacerlo tendrá algo (mucho) que ver. Una semana después (cinco años después) he vuelto a allí, a la piscina, tras otra noche sin dormir y pidiendo otra buena ducha.