Laura me ha liado para que escriba en una entrada mis cinco hábitos-manías, siguiendo una inmensa y laberíntica cadena venida desde Barcelona, que me obliga a descubrir mi lado oscuro, jajajaja.
Ya le dije que no tengo excesivas manías (en este aspecto, muy lejos de ella). En todo caso, ahí van:
1. Soy cabezota, escesivamente cabezota. Y aunque suelo reconocer mis equivocaciones, lo retardo lo máximo posible, especialmente si es con mi familia.
2. Salir de casa y mirar automáticamente si llevo las llaves (por favor, Rebeca, acabas de cerrar con ellas) y el móvil (y pensar que durante tanto años fue inmensamente prescindible)
3. Coger el coche solamente para lo imprescindible (menos en Noia, que lo cojo hasta para ir al baño). Y aprovechar las largas caminatas para darle vueltas a la cabeza, igual que cuando me meto en cama y soy incapaz de dormirme. Así que ya sabeis, cuando voy por la calle y parece que hablo sola, es que estoy pensando. Y si no te saludo, no es porque me caigas mal (que a lo mejor sí), sino porque voy pensando. (Leer esto me hace ser consciente que pensar es negativo).
4. Escuchar cuatro conversaciones a la vez. Y no es que sea una manía, es algo innato. De verdad, no puedo evitarlo. Pongo la antena y las conversaciones vienen a mí. De hecho, incluso hay ocasiones en las que puedo intervenir en todas a la vez.
5. Tocarme la cara y morderme las uñas y los labios. Siempre necesito tener algo en las manos, aunque no esté nerviosa. Lo de las uñas es un hábito adquirido desde muy pequeña y es algo totalmente imposible de dejar (esperemos que no hagan una ley que lo prohiba) y lo de los labios (que incluye la parte interna de la boca) supongo que es a consecuencia de no tener uñas o de estar todo el día tecleando.
Bueno, pues ya está, conseguido. Me llevó menos de lo que pensaba pero aún así me sigo reafirmando en mi convencimiento de que no soy maniática.